domingo, 18 de septiembre de 2011

ARTE Y MODERNIDAD

RESUMEN
El siglo XIX es una época de profundas transformaciones ideológicas y estéticas que desembocarán en el nacimiento de una nueva interpretación del hecho artístico.
Francia ha estado en la vanguardia artística en muchas ocasiones por ser una tierra donde las novedades, las revoluciones incluso, suelen germinar con facilidad. Una de las épocas de mayor productividad artística y mayor rebeldía fue el siglo XIX. Al empeño de sus novelistas y poetas, músicos, arquitectos y pintores debemos en gran parte la riqueza y multiplicidad de nuestro arte actual.
 Son los tres factores más determinantes en el desarrollo artístico del siglo:
- la consolidación de la burguesía como clase dominante.
- la coexistencia de academicismo e innovación
- la conciliación del individuo con la sociedad.
La burguesía. Esta clase social que inició su andadura con el empuje progresista, sustituyendo la aristocracia de sangre por la aristocracia económica.

En la pintura, la arquitectura, la decoración de interiores, la música o la literatura nunca antes había predominado de manera tan generalizada el mal gusto, pues, para estos nuevos ricos, lo caro y pomposo era sinónimo indiscutible de calidad artística.
Surgirá el potente arte francés decimonónico.
Desde los tiempos posrevolucionarios se multiplicaron las instituciones que potenciaban el cultivo de las artes, la vigilancia' del patrimonio, el talento de los artistas más destacados, etc. Sin embargo en muchos casos esta intervención derivó en intervencionismo y en unas posturas que a fuerza de defender el criterio oficialista se cerraban tozudamente a cualquier innovación, lo cual motivó que, en nombre de la sacrosanta libertad del artista, se vilipendiara la labor del estado.

LA PINTURA. HACIA LA LUZ Y EL COLOR
La concepción napoleónica del arte tras la Revolución de 1789 frenó en Francia la emergencia del romanticismo.
La pintura neoclásica, representada magistralmente por Jacques-Louis David (1748-1825) y Dominique Ingres (1770-1867), parte de la concepción trascendente del arte, es decir, de un arte útil cuyo objeto sería aleccionar al pueblo; para ello se rescatan los ideales estéticos clásicos en respuesta austera a las estridencias del barroco y, sobre todo, del sensualismo rococó orientado no al intelecto sino a los sentidos.
Pintura moderna:
- El carácter mitológico e histórico. Se trata de una pintura de taller que sigue básicamente los modelos ideales de la antigüedad grecolatina.
- El imperio absoluto de la forma —línea, contorno y composición (no en vano los pintores de esta época eran todos excelentes dibujantes)

Jacques-Louis David a quien debemos cuadros de temas revolucionarios tan conocidos por todos como la Muerte de Marat (1793), o los diversos retratos de Napoleón que han servido para asentar iconográficamente la figura del general y emperador en la imaginación occidental3. Ingres, que se educó en el taller del anterior, representa la perfección absoluta del dibujo y la simetría, la quintaesencia del arte neoclásico que intentó inculcar a sus alumnos de la escuela de Bellas Artes.
La pintura romántica supuso la irrupción del individualismo y la subjetividad en el arte.

 Aunque acallada momentáneamente por el clasicismo imperial, esta pintura empezó a gestarse tras el fracaso de la Revolución.

Precisamente por eso ya no se buscaba un arte para cambiar la sociedad como ocurría en el neoclasicismo, sino para expresar el interior del individuo como única verdad. Será un movimiento subjetivo que no plasmará (aún) la realidad tal y como se ve, ni tampoco (ya) tal y como se quisiera ver, sino en función de los sentimientos del sujeto que, en oposición a lo racional, serán la clave para interpretar el mundo; el destino trágico, la libertad, el erotismo, la violencia, lo irracional y oculto, el poder sereno y apacible o violento y turbulento de la naturaleza recién recuperada para el arte o la actualidad  histórica y política son las bases temáticas de esta estética.
Frente a la depurada línea del neoclasicismo, los pintores románticos, esencialmente Théodore Géricault (1791-1824) y Eugéne Delacroix.

La obra de arte romántica debía su grandeza en parte a la improvisación, al  siglo XIX, aires nuevos se percibían en la evolución estética.
El impresionismo, más acorde con la evolución de los tiempos, y el simbolismo, como cuestionamiento de esa pretendida modernidad.

El arte impresionista se impregna del espíritu científico del Segundo Imperio y decide poner rumbo a la modernidad. Ese viaje se hará a través de una serie de pautas que nos harán pasar del arte realista de Camille Corot (1796-1875) y Gustave
Courbet (1819-1877) a la pintura impresionista.
 Los pasos esenciales en ese tránsito fueron:

La contemporaneidad y la cotidianeidad que contribuyeron a enriquecer temáticamente la pintura. La gran novedad es la ausencia de referencias fuera de la percepción visual, basándose en lo visible y no en el ideal respaldado por la pintura académica y expresado en la plasmación de temas mitológicos, históricos o religiosos.
- La preocupación por investigar cómo se proyecta la luz sobre el objeto o la figura humana, y cómo trasladar sus efectos cambiantes al lienzo5 es una de las bases de esta pintura.
- La pintura al aire libre, porque la luz se convierte en un reto cuando cambia, cuando se hace volátil y fugitiva.
Tradicionalmente la pintura al aire libre se limitaba al trazado de bocetos para reconstruir el original en el taller de manera que la espontaneidad y "la impresión" quedaban cuidadosamente borradas en el proceso.

Tradicionalmente la pintura al aire libre se limitaba al trazado de bocetos para reconstruir el original en el taller de manera que la espontaneidad y "la impresión" quedaban cuidadosamente borradas en el proceso.




EL VIAJE DE LAS ARTES HACIA LA MODERNIDAD...
Napoleón III creara un salón anexo donde se expusieran las obras no aceptadas. Será entonces en ese "Salón des Refusés" donde irán apareciendo las primeras obras impresionistas, como el Almuerzo sobre la hierba de Edouard Manet que se exhibió ese mismo año, con el consiguiente escándalo.

Claude Monet (1840-1926), Edouard Degas (1834-1917), Camille Pissarro (1830-1903) o Auguste Renoir (1841-1920) representaron en sus cuadros las escenas cotidianas de ia vida moderna francesa desde una perspectiva eminentemente sensorial, intentando registrar lo que el ojo ve, con todas sus limitaciones y sin ningún convencionalismo técnico o moral.
Podemos hablar de un simbolismo de tendencia más "mística" —Odilon
Redon (1840-1916), Gustave Moreau (1826-1898) o Puvis de Chavannes
(1824-1898)— que desarrolló un arte ideista, sintético, subjetivo y decorativo que se nutrió tanto de algunos conceptos impresionistas.

De ahí su necesidad de superar los límites sensoriales sugiriendo la realidad incluso a través de su completa deformación, de su abstracción. Lo que nos llevará ya a las vanguardias de principios del XX.

LA LITERATURA. DEL YO A LA REALIDAD Y AL SUEÑO
La imitación de los modelos antiguos dará paso a un arte gobernado por la inspiración y el genio individual que, a finales del siglo anterior, había encontrado en Jean-Jacques Rousseau.
Todo lo que era diferente, todo lo que escapaba al orden establecido era original, y solo lo original y subjetivo era digno de consideración.

Este individualismo sensuista -"Siento, luego existo"- se nutrió del creciente pesimismo y del desencanto posrevolucionario que provocaron que el yo se encerrase en su interior o se refugiase en la naturaleza y el viaje para dar la espalda a la realidad.

El protagonismo de una historia cada vez más cercana al presente domina tanto en novela —Les Chroniques italienms de Stendhal, Notre-Dame de París de
Hugo o I^es Chouans de Balzac— como en la poesía —Jocelyn (1836) y de Les
Révolutions (1837) ambos de Lamartine o La légende des sueles (1859) de Víctor
Hugo— y también en el drama —gran parte de las obras de Hugo y de Alfred de
Vigny-.
El arte se hizo trascendente en su necesidad de reflejar los problemas de la sociedad y orientarla hacia un nuevo rumbo.
Gustave
Flaubert (1821-1880). El que fuera maestro de gran parte de los autores posteriores supo encontrar el delicado equilibrio entre la subjetividad del autor

Afortunadamente Flaubert, como Emile Zola poco más tarde, comprendieron que el autor no podía ni debía copiar la realidad sino interpretarla, recrearla: "dar sensación de realidad" pero sin pretender ser la realidad misma.
 Y para ello el autor debía parecer ausente del texto, al menos en el nivel más explícito.
La muy escandalosa para su tiempo Madame Bovary (1856) fue el resultado de cinco años de estudios y más de dos mil páginas de borradores.

Émile Zola (1840-1902) esquivó tal final al alejar sus magníficas novelas de los parámetros teóricos que él mismo defendía.
Aun habiendo talantes optimistas como el de Zola que creían en un mundo edificado sobre el progreso científico, la justicia entre los hombres y el trabajo por encima de las miserias humanas, en general el aire de esta época estaba impregnado de gran pesimismo y desencanto.

Crecía el sentimiento de hastío así como la incapacidad para asumir la pérdida de cualquier dimensión trascendente promovida por el materialismo positivista. Es el momento en que primero
Baudelaire (1821-1867) y luego Verlaine (1844-1896), Rimbaud (1854-1891) y
Mallarmé (1842-1898) intentan llenar ese vacío con la trascendencia poética que traerá el simbolismo, y con él la modernidad poética. Porque decir simbolismo es decir poesía, siendo ésta considerada como la esencia misma del lenguaje.

La poesía tradicional era una poesía referencial que siempre remitía a algo ajeno a ella misma, algo preexistente e independiente del poema. Se desprende la impresión general de que se trata de una poesía obtusa, oscura e incomprensible, algo que generó a los simbolistas numerosas críticas por parte de quienes aún se mantenían fieles a las exigencias clásicas de claridad y racionalidad, y por parte de los defensores de la poesía romántica, más realista y sencilla formalmente.

LA ARQUITECTURA. ECLECTICISMO Y METAL

La arquitectura francesa del XIX emprende su andadura basándose en tres elementos clave: historicismo, funcionalidad y renovación de los materiales.

Hastiados como estaban de los excesos rococó, los artistas buscaban ya otros medios de expresión cuando en el primer tercio del XVIII se descubrieron los restos de Pompeya (1748) y Herculano (1737). Estas excavaciones vinieron a reforzar el gusto por la Antigüedad nutrido por los preceptos ilustrados. El neoclásico se fue imponiendo con su tendencia a sumar arqueología y moral.
El imperio de Napoleón se decantó más hacia los modelos arquitectónicos romanos en un intento de hacer equivalentes los dos imperios, pero más tarde se le sumaron la arquitectura griega del período ático, la monumentaüdad de la arquitectura egipcia, etc. eclecticismo se aplicaba a una sola obra se transformaba en abigarramiento inarmónico en manos de clientes cuyo único interés era la ostentación y el lujo.

Se usan los estilos antiguos, no para recuperar sus líneas estéticas sino para recargar y recargar hasta el infinito, sin medida, de cara a dar impresión de riqueza. Es el arte sometido a la tiranía del dinero y de las apariencias. Se copia y combina la arquitectura de los palacios romanos, de los castillos del Loira, los salones barrocos, los atrios pompeyanos, el mobiliario Luis XV y las tapicerías Luis XVI.
No obstante, hay construcciones como el Teatro de la Opera (1875) de Paris del arquitecto Charles Garnier que elevaron este eclecticismo a rango de estilo arquitectónico de calidad bautizado por el propio arquitecto como "estilo
Napoleón III".
El arquitecto, en sus diseños -interior y exterior— logró darle una armonía inédita y una funcionalidad que no olvidó garantizar la idoneidad de las cualidades acústicas o los lugares destinados al público.
De la mano de las construcciones o restauraciones de Eugéne Viollet-le-Duc
(1814-1879), una de las grandes figuras del arquitectura francesa de ese siglo, se volvió hacia el pasado medieval, cuyo máximo exponente sería la Sainte Chapelle, construida en el XIII y restaurada por el mismo Viollet-le-Duc

Así que podemos considerar este neogótico como esencialmente polícromo y romántico, a caballo entre la política y el arte.
Pero la gran revolución arquitectónica del siglo fue sin duda la arquitectura
Metálica.
La misma industria posibilitó el empleo de nuevos materiales, básicamente hierro y el hormigón  armado. La sustitución del carbón vegetal por el carbón mineral permitió la obtención de hierro fundido o colado más duro

LA MÚSICA: DE \A MÚSICA PROGRAMÁTICA A LA DECONSTRUCCIÓN MUSICAL
Desde principios de siglo, la música francesa asumió como propias las características del romanticismo musical inaugurado por Beethoven "música programática": una música que atendía más al desarrollo de una idea que al plano estrictamente musical, una composición orquestal inspirada directamente en la literatura —drama, poesía— y que sigue un argumento.
Berlioz es un músico total en cuya obra —en cada notaencontramos una resonancia de los avatares de su vida, como puede comprobarse en su Sinfonía Fantástica

La ópera francesa respondió muy bien al gusto de la burguesía que llenaba los teatros — las obras de Jules Massenet, por ejemplo— pero se fue empobreciendo. Quizá producto de esa generalización del gusto burgués fue el éxito.

Avanzando en el tiempo, el eslabón que une la música romántica y la moderna, es sin duda Gabriel Fauré, el músico de la espiritualidad por el intimismo nostálgico e incluso el misticismo que desprenden sus composiciones, reina por derecho propio el que muchos consideran como el más grande músico francés de todos los tiempos: Claude Debussy (1862-1918). Con él, y concretamente con su Preludio a la siesta de un fauno (1894), sobre un poema de Mallarmé, entramos en la música moderna a través de la destructuración de la escala Debussy aborreció desde su juventud cualquier regla fija que sometiese a la modulación o la progresión, haciendo con las relaciones tonales lo que los pintores modernos hicieron con los colores. La armonía y la melodía ceden su  hasta entonces indiscutible preeminencia al color, el timbre y el ritmo.

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